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Parece un milagro pero no lo es. En el preciso instante en que se abre
el obturador de la cámara de Paco Sánchez, junto a los rayos de luz que
crean la fotografía, se cuelan las vivencias de un amigo, de una compañero
de profesión, de un “hermano” en esta religión que es flamenco. Pero si en
lugar de hablar de retratos el obturador pestañea en la boca de un
escenario, además, la cámara de Paco capta la pasión del que ama lo que
hace, del que admira cada uno de los instantes que configuran esa maravilla
llamada flamenco. Estas cámaras mágicas son imprescindibles para alimentar,
perpetuar y evocar el duende. |
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