|
Su mirada analógica quedó marcada por los últimos soplos de vida de
aquel ejército independiente de los guerreros del arte de otro tiempo.
Consiguió eternizar el indescriptible rigor mortis de ese flamenco tan
auténtico con el mismo respeto con que se acercó a los que entonces
empezaban -y hoy son-, para fijar sobre papel satinado el sacrificio de los
primeros peldaños de cualquier ascensión a la gloria. Décadas después, el
pulso del pulgar derecho de este Divino Calvo de la fotografía, se mantiene
firme. |
|
|