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Paco Sánchez y su cámara son la salvación
del anónimo, la dignificación del corriente y la mitificación del destacado.
Imagínense entonces lo importante que resulta para cualquiera que este
fotógrafo le señale con su objetivo.
Con Paco, el personaje grande de verdad directamente queda observado como es
y será para la Eternidad. Piensen en las deidades sociales que Paco
inmortalizó. Hoy, todos los altares construidos para ellos llevan estampitas
obra y gracia de este artista de la cámara.
No debe ser fácil hacer del retrato un arte, sobre todo porque hay que
“domar” a todos y cada uno los que ponen su maravillosa jeta para que otro
la trabaje y obtenga algo de provecho. La mano izquierda de José Tomás debe
tener su equivalente fotógrafo en Paco Sánchez. Ha conseguido sacar de cada
posado la mejor faena posible sin dejarse un toro vivo.
El compás de una imagen existe. Paco Sánchez sabe si la foto tiene que
llevar aire de tientos, de siguiriya o debe ir por libre. Porque, si el que
maneja los hilos es un flamenco como él, la foto acabará siendo un homenaje
a esa música callada que es el duende de lo inmortal.
Cuando me senté por primera vez a pasar uno a uno los retratos de Paco
Sánchez, acabé concienciándome de lo dramático que debe ser no poder vivir
siempre como cuando sales retratado por su cámara. Oírla es como ir al mejor
médico y abandonarte a él sabiendo que, si algo sale mal, es porque lo tuyo
no tiene remedio. |
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