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En el flamenco hay momentos únicos, estrellas que serían fugaces si no
fuera por la cámara de Paco Sánchez. Gracias a Paco el instante se detiene,
queda grabado, ya no solo en la mente, en todo su esplendor. Ese bata de
cola que baila el aire. Ese quejío jondo, como salido de las raíces del
alma, que transfigura la cara del artista. Esas cuerdas vibrando merced a
las buenas maneras de unos dedos mágicos. Todo ello y mucho más está en esas
fotos magistrales en las que se refleja, como en pocas, la plasticidad de
una estampa, la expresividad del gesto, el genio creador. En su medida
material, las fotografías son papeles planos con o sin color. En la práctica
que domina Paco Sánchez cada una de ellas cuenta una historia, cada una de
ellas revive una vida, cada una de ellas ofrece, en suma, todas las virtudes
del arte flamenco.
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